Alice in Wonderland, 2
Lo hemos visto hasta el cansancio: en un mundo fantástico, un personaje infantil vive una tragicomedia llena de peripecias que le llevará a descubrir su identidad. En la reciente secuela de Alicia en el país de las maravillas dirigida por Tim Burton, este suceso está enmarcado por un mundo real, la Inglaterra victoriana, en el contexto de su expansión comercial a China, aproximadamente en las fechas de la Segunda Guerra del Opio (1856). La historia original de Lewis Carroll, por el contrario, narra la pérdida de identidad de la pequeña Alicia y entremezcla lo real y lo ficticio: no sabemos si Wonderland existe únicamente en el sueño de Alicia o si Alicia existe sólo en las ensoñaciones del rey rojo. La nueva película de Burton, sin embargo, da un paso contundente en otra dirección donde lo ficticio es lo que determina lo real.
Alicia, ahora adolescente, está predestinada a matar al feroz monstruo que sustenta el imperio del terror de la Reina Roja; el Jabberwocky, quimera que en su nombre se autodefine como fruto de la palabrería y que en la novela personifica la capacidad del lenguaje para engendrar seres fantásticos. La heroína de la versión Disney tiene que encontrar la espada Vórpica, que se anuncia en Alicia a través del espejo, y matar a la bestia. Las aventuras en la ahora llamada Underland preparan a la joven para revelarse contra las imposiciones que sufre en la Inglaterra victoriana: Alicia confronta su destino para transformarse en una business woman que, a diferencia de todas las mujeres del siglo XIX, realizará un viaje a China para consolidar la expansión del capitalismo financiero.
Aunque el guión incorpora y reinventa los juegos de lenguaje de la novela, la película termina siendo un relato edificante. El sombrerero (Johnny Depp), por ejemplo, se expresa con enumeraciones caóticas y le revela a Alicia su incapacidad para afrontar la locura como cuando era niña: you were much more muchier, you’ve lost your muchness. El universo fantástico del filme materializa las palabras baúl de Carroll: central en las acciones serán el Bandersnatch (bestia-furiosa-inatrapable) y el frabjous day (día-fabuloso-feliz), en que el Sombrerero bailará el futterwacken (el moonwalk de Michael Jackson, alias Wacko). Una vez que conocemos ese mundo y sus promesas comienza la historia de formación. Al final, Alicia se descubrirá a sí misma al aceptar que también está chiflada. Sin embargo, su lucha por deponer el reino del mal de la Reina Roja deja ver cómo la locura, una conducta amoral, ha sido redefinida en este nuevo Wonderland. Por eso Alicia se reconoce en una peculiar definición de la demencia que le enseño su padre: loco es aquel que se aventura a realizar cosas imposibles, como matar al Jabberwocky o expandir los negocios de una empresa a tierras exóticas.
Lo extravagante que resulta la trama, su convencional estrategia narrativa, el traslape de su argumento feminista con la historia del colonialismo y la presencia del globalmente bailado moonwalk hacen pensar que el guión tenía alguna intención satírica. Representar a la Inglaterra de los días de Carroll, al lado de su caricatura en los personajes de la novela veladamente sugiere esta idea. Sin embargo, el carácter lúgubre de los escenarios, los ojos desorbitados de Johnny Depp y las evanescentes trayectorias del Gato Cheshire focalizan por completo nuestra atención en otro punto. Una Alicia que no estuviera rodeada de estrellas, ni efectos especiales; capaz de reír ante el sinsentido es justo aquella que el mundo Disney, tan cercano al nuestro, fue incapaz de imaginar.
Tim Burton se regodea al crear imágenes en movimiento con los entrañables personajes dibujados originalmente por John Tenniel; pero nunca reflexiona sobre los efectos de lo fantástico en lo real que plantea la película en su feliz conclusión. En ésta una adolescente tomará decisiones “transgresoras” de su contexto histórico, debido a que un mundo fantástico fabuló en su mente una actitud vital. El esquema no puede resultarnos extraño, de Cenicienta (1950) a El Rey León (1994) pasando por Katy la oruga (1984) los estudios Disney educaron nuestras conciencias con otros personajes edificantes. El filme carece de la ironía necesaria para exponer semejante asalto a la realidad. En sus primeros días de exhibición, la Alicia de Tim Burton y los estudios Disney ha superado las ganancias de su exitosa antecesora en el cine para adolescentes, Avatar (2010). Sus contenidos satíricos pasaran desapercibidos. La lección de vida de la Alicia adolescente ha situado en el pasado la historia de la pequeña niña, mientras la fuerza de su contenido pedagógico se exhibe alrededor del planeta.
- Juan Pablo Anaya